En el día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer, me gustaría reflexionar sobre esta lacra social que a tantos niños y niñas ha dejado solos en el mundo y que a la vez que llena los cementerios de nuestro país de mujeres inocentes que se unieron a sus parejas con la promesa de tener una vida de prosperidad y felicidad, pero que acabaron sus días de forma brutal, sufriendo una violencia extrema e inaceptable para la sociedad, ejercida en el seno de su hogar.
En este día donde recordamos a tantas mujeres asesinadas a manos de sus parejas, me gustaría reflexionar sobre este acto de barbarie humana cometido por cobardes, que no son capaces de aceptar la realidad imperante y que ejercen la violencia contra las mujeres en un gesto de la mayor de las cobardías que se puede ejerce contra alguien que se siente indefensa en casa, bajo amenaza constante y la tortura ejercida por su pareja; y me gustaría hacerlo recordando algunos recuerdos de mi infancia a través de los ojos del niño que un día fui, y que como tantos otro niños de aquella época y de hoy, presenciaron y presencian, en primera persona esta violencia devastadora y punzante difícil de entender para un niño, tengo que decir que mi recuerdo, aunque vago, - porque yo sólo viví con mi padre hasta los siete años - perdura en mi mente a través de momentos de aquella convivencia que hoy todavía me hacen estremecer, el recuerdo de mi madre plantándole cara a mi padre, es una constante que resuena en mi cabeza cuando pienso en aquella época, como tantos otros recuerdos de aquella niñez, aquellas peleas diarias entre ellos, era algo habitual, los objetos estampados contra la pared, los armarios rotos, y los gritos se hicieron habituales en mis primeros años de infancia; no obstante la suerte que tuvimos yo y mis hermanos que ante ese maltratador alcohólico, había una mujer que supo plantarle cara que no cedió y que al final antes de que el daño fuera irreparable, por el bien de todos nosotros, decidió sacarnos de aquella casa y darnos una educación y una vida mejor a todos, dejando atrás aquel hombre que la había maltratado y que era mi padre.
Mi madre fue una mujer valiente, al dar ese paso al frente y sacarnos de aquella casa, dado que aquella España de 1981 las mujeres ni de lejos estaban emancipadas, aunque hacía poco que la dictadura del General Franco había terminado la mayoría de las estructuras de poder estaban llenas de franquistas educados en el más absoluto y recalcitrante machismo, en una sociedad educada en base al patriarcado, y bajo la influencia y las imposiciones la iglesia católica que lejos de defender acciones como la de mi madre , hubieran apoyado mirando hacia otra lado la actitud machista, cobarde y retrograda de mi padre.
Hoy después de 35 años, seguimos rememorando ese día para erradicar la violencia contra las mujeres, en una sociedad que tanto a avanzado en tantas materias; seguimos anclados en tiempo y sin una solución precisa a este problema que nos lleva a seguir enterrando mujeres víctimas de maltratadores; hemos de pensar que en este día, hay mujeres que se acuestan con hombres que tal vez un día acaben siendo sus verdugos y que por cada paliza reciben, les roban una parte de su vida; mientras tanto ellas, los cocinan; les lavan la ropa, les planchan o cuidan de ellos, después de haber sido molidas a golpes, hoy hay mujeres atemorizadas en casa viviendo con sus maltratadores, que delante de sus hijos pequeños sonríen mientras por dentro se estremecen de dolor después de haber sido brutalmente golpeadas, esto ocurre hoy ahora a la sociedad del siglo XXI.
Mi experiencia de la infancia me marco y por eso
en este día he decidió escribir este artículo para todas las mujeres que hoy todavía sufren
esta violencia para las que sufren en
silencio esta barbarie y recordarles que
en la sociedad del siglo XXI no las dejaremos solas, en esta sociedad
trabajaremos sin descanso para crear los mecanismos que nos permitan detener
esta sangría inhumana e inaceptable, que no podemos ni debemos permitir por más
tiempo, y que lleva diariamente a muchas mujeres a la muerte, lo haremos en
memoria de las que están en los cementerios, lo haremos para salvar las que
sufren en silencio, y lo haremos para que ningún mes sea llevada en un ataúd
entre las lágrimas de sus, lo haremos para que no haya más niños ni mas niñas
huérfanos, víctimas de la barbarie ejercida por cobardes miserables, es por eso
que creo que para cambiar las cosas y
hacerle frente a esta lacra, lo importante es empezar por formar a las escuelas
a las generaciones venideras en el principio de igualdad, esta es una pieza
fundamental para construir un mañana donde la violencia contra la mujer sea
erradicada, debemos redactar leyes que persigan a los maltratadores y garanticen
a las mujeres que la sufren la violencia, su total y absoluta defensa frente a
los maltratadores, y desde la sociedad civil, no nos debemos quedar impasibles
ante de la barbarie, y debemos denunciar los maltratadores y plantarles cara
expulsándolos de la sociedad, mientras ayudamos a las víctimas a reconstruir su
vida, tenemos que trabajar todos para acabar con esta lacra y lo tenemos que
hacer desde la sociedad civil dando un paso en frente sin hacer un silencio cómplice.
Volviendo a los ojos de aquel niño que vio la
violencia en primera persona; recordando el final de la historia, los años
siguientes de aquella separación, tuvieron días fáciles y días difíciles para
todos; hubieron más peleas, aunque estas ya no tuvieron la violencia vivida en
los años de convivencia; y al final una década más tarde en 1990, a mi padre le
diagnosticaron un cáncer terminal; mi madre lo cuido hasta el último de sus días y hasta el último
minuto estuvo a su lado; mi padre murió el 9 de julio de 1991 y quizás no lo
merecía por que fue un maltratador, aunque ella leal a sus principios pensó que
tenía que estar allí y así lo hizo.
Para terminar este artículo, me gustaría decirles
que hubiera sido fácil para mí, escribirlo desde el análisis frío de las
cifras, criticando la falta de interés del legislador, manteniendo la distancia
de aquella realidad que vi y vivir los
años de infancia, pero sería deshonesto e inaceptable para mí no hacer un
análisis desde el que vi y viví, para decir que, yo tuve suerte de tener una
madre dispuesta a plantarle cara a mi padre, en defensa de sus hijos; a la vez
que leal con él, cuando éste la necesito, en los últimos días de su vida, mi
padre no murió solo y sus últimos días aprendió una lección de vida, de la
mujer que el años antes había maltratado, una lección de vida que nosotros sus
hijos también aprendimos.
Y es que tengo que sentirme afortunado porque mi
historia terminó bien, dentro de lo mal que podía haber acabado, mi madre no
fue otra cifra fría, en un informe sobre víctimas de la violencia machista y
nos cuidó hasta que en abril de 2003 el cáncer se la llevó; sin embargo debemos lamentar que desde aquel 1981, son
muchas las mujeres asesinadas a manos de sus parejas, y muchos los huérfanos y
las huérfanos que han quedado en el camino, es por eso que a las que están en los cementerios, los niños y
las niñas que las perdieron, que lejos de ser un cifra tienen nombre y
apellidos; a las que hoy sufren en silencio; aquellas que sonríen a sus hijos
después de haber sido molidas a golpes, a las que temen señalar a sus
carceleros, a mis padres, allí donde
quiera que estén, quiero dedicarles este
artículo y decirles que trabajaré de manera incansable y decidida por hacer
frente a quienes maltratan a las mujeres
para que ningún cobarde les robe ni un segundo de sus vidas moliéndolas a
golpes, lo hare convencido, por lo que lo que vi y viví en mis años de infancia.